domingo, 18 de julio de 2010

Capítulo 7: Kel Tauron


Kel Tauron
L
a mañana se veía hermosa en un país tan oscuro como Darekhano. A pesar de las bajas temperaturas que el invierno estaba llevando al sur de Ellegardia, aquel día el sol brillaba más que en otras ocasiones. Edwirdan se levantó al amanecer y preparó todo lo necesario para viajar con los extraños que había conocido el día anterior.
            Tenía muchos libros y frascos y artefactos muy importantes que no perdería por nada. Y también debía llevar sus anotaciones. Algún día le serviría de algo. Observó hacia el armario que se encontraba en el rincón más oscuro de la casa. Esperaba que lo que encerraba allí se encontrara seguro. Nadie podría sacarlo jamás, pues él mismo había puesto tramas mortales. Era demasiado importante que aquello se mantuviese seguro, lejos del alcance de cualquier persona. Ahora que iba a viajar a Gaeria, necesitaba que lo que el armario guardaba estuviese en secreto por mucho tiempo.
Gaeria. Había escuchado ese nombre muchas veces. Una mítica tierra hogar de una civilización nacida de un grupo de Andrinos y creada por los antiguos Sabios. Se fundó como la tierra donde entrenaban los guerreros más poderosos de Gea: los Endragorn. Sin embargo nunca se había podido establecer la localización exacta de aquel lugar. Por lo cual se había declarado como una leyenda simplemente. Incluso la existencia de los Endragorn parecía ser un mito. Todo eso lo había aprendido en sus clases de Historia en OrDur’Mileth.
Sin embargo, ahora aparecían seis personas asegurando que Gaeria existía y que estaba más cerca de su tierra natal que de ninguna otra parte.
Edwirdan había pasado toda la noche reflexionando en eso. El había venido a Darekhano para estudiar sobre las Siete Tribus y sus extrañas formas de energía. Con ese conocimiento podía hacer una Tesis de Maestre y convertirse en un Maestro del Lucero. Sin embargo, ahora tenía la oportunidad de confeccionar otra Tesis. Una sobre la maravillosa tierra de Gaeria y las personas que allí existían. Con ese trabajo, le otorgarían la calificación máxima en OrDur’Mileth y un puesto importante en la Academia. Por esto debía viajar a Gaeria. Debía acompañar a las seis personas que había conocido aquel día.
—Buenos días, Edwirdan —el joven se volteó para ver a quien lo saludaba. Era Eridriel que se había levantado y parecía lista para emprender el viaje.
—buenos días, espero que hayan dormido bien.
—Perfectamente… ¡que hermosa mañana es la que tenemos hoy! Pensé que este país era más tenebroso.
—Se despertó un poco temprano, aun cantan los gallos y el sol no sale completamente. Podrías haber descansado más.
—Me encanta ver el amanecer —le explicó ella—. Me da vitalidad para el día. En Alcarf lo hacía cada mañana.
—Si, a mí me pasa igual. Aunque hoy tengo un mal presentimiento…no sabría decirlo, pero creo que no nos será fácil salir de aquí, o tendremos que hacer algo difícil para escapar.
—espero que no sea así, aunque si hay que luchar lo haré, no tengo miedo de caballeros armados hasta los dientes…confió en mis habilidades.
—es muy valiente, señorita.
Eridriel avanzo hacia la ventana y la abrió. Los rayos del sol penetraron en la habitación, iluminando toda la cabaña. La joven inhaló hondo el aire del amanecer y fijó su mirada en el horizonte. Parecía una muchacha muy dulce y simpática.
—con mi hermana estudiamos en una escuela donde enseñaban a crear artefactos de lucha. Oriele posee un arco con flechas de muchos tipos y yo un hacha capaz de cortar cualquier material.
—es difícil encontrar a una mujer que luche ¿por qué se decidió a esto?
Eridriel dudo un momento. Desvió la mirada y la posó en la puerta.
—mis padres murieron cuando yo tenía seis años y Oriele catorce. Nos encontramos desprotegidas y solas en un pueblo asaltado por la delincuencia y el horror de las bestias, sólo tuvimos la opción de aprender a defendernos y mantenernos por nuestra propia cuenta. Después de estudiar de todo tuvimos mucho tiempo libre, entonces decidimos abrir un museo para tener ingresos y pasar el tiempo. No te imaginas cómo es Alcarf. Es un país muy peligroso, tener un museo es como llamar a los ladrones. Así que entrenamos duro día y noche, perfeccionándonos en lo que nos gustaba. Debíamos protegernos por nosotras mismas.
 »Luego conseguimos el libro, fue algo sorprendente saber que Gaeria existía. Sin embargo nos dio miedo ir nosotras solas a un lugar tan lejano. Entonces llegó Thomas a nuestro museo, se hizo muy amigo nuestro. Lo demás ya lo conoces.
»Ahora dime algo tuyo ¿En Anduin hay Disparadores tan jóvenes como tú? ¿Empiezan a tan temprana edad a estudiar en las escuelas para graduarse tan chicos?
Parecía un cambio de tema, pero Edwirdan no iba a seguir indagando en la vida de Eridriel. No le incumbía a él conocer sus secretos.
—yo empecé a los diez años a estudiar. A los catorce ya dominaba fuerzas que alumnos de veinte no podían. En mi graduación, a los diecisiete, sabia más que algunos de los profesores. Mi padre era el mejor, el más apreciado de Anduin y él me enseñó todo, algún día me gustaría llegar a ser como él para ganarle en un combate.
Eridriel pareció entusiasmarse con las historias de Disparadores.
— ¿me podrías enseñar algo? Siempre quise saber más de la Sincronización…que creo es el arte que utilizan los Disparadores.
—Sí. Sincronización. Bueno, un Disparador sabio Anduino debe saber convivir con la naturaleza y obtener de ella lo necesario. Si alguna vez necesita la ayuda de alguna medicina la conseguirá de ella, pero lo más probable es que no le sirva de nada si no puedes prepararla, por eso también se debe aprender a crear sustancias que sirvan para una determinada función medica. Todo eso se aprende y se logra dominar con años, pero con bastante cerebro se puede memorizar para siempre. No requiere tanta inteligencia sino más bien disposición y esfuerzo.
— ¿pero no pueden ocupar algún poder o tipo de energía?
Cuánta curiosidad la de esta muchacha. Edwirdan no podía revelar los secretos de los Disparadores, pero tampoco quería dejarla sin una respuesta.
—La energía recae en los objetos. En este caso, los Bastones de Disparos.  Lo que se debe aprender es a controlar la función de estos artefactos. Se necesita mucho tiempo para esto. Para dominar otras fuerzas es necesario ser alumno de Disparador, no te puedo enseñar energía pura pues son secretos, pero si te sirve de algo, no es tan difícil y un humano cualquiera domina niveles básicos de energías sin darse cuenta. Tal vez tú al ocupar tu hacha, con el tiempo puedas hacer Sincronización.
—que maravilloso es el mundo de los Anduinos, algún día mi sueño es llegar a ser una Alquimista y estudiar para transformar materia. ¿Usted sabe algo?
—lamentablemente yo no sé de eso. Mi padre decidió que yo estudiaría Ciencias Enérgicas, así que la escuela de Alquimia fue algo desconocido para mí. Supongo que se trata de convertir materiales en otra materia o reordenar la composición química de los objetos para transmutarlos en algo diferente, pero profundamente no sé nada.
El rostro de la joven se ilumino de un brillo especial.
— ¡Sí! Eso es la alquimia, pero también es una bella filosofía de vida que habla del ambiente y la paz entre seres vivos, la alquimia es sueños y quimeras con dragones nobles y escudos irrompibles. Es mi más grande sueño…
Un ruido en la otra habitación intervino la conversación. De pronto apareció Thomas. Ya estaba vestido y tenía todo el equipaje listo en su mochila.
—es momento de irnos, apresurémonos.
—Son ustedes los que deben apurarse—rebatió Eridriel.
Edwirdan se rió ante la franqueza de la joven. Parecía tener una chispa de energía que no se agotaba. Costaba encontrar una persona así en el mundo actual.
En unos instantes ya estaban todos de pie y se apresuraron a comer y luego salir rápidamente. Dejando atrás la cómoda y placentera cabaña de Edwirdan, para adentrarse en un continuo peligro y aventuras de las que ni siquiera tenían la seguridad de salir con vida.
En un cuarto de hora estaban frente a las Montañas Fantasmas nuevamente y esta vez parecían más sombrías que nunca. Era un repelente para poder viajar tranquilos.
Thomas estaba más ansioso que de costumbre. Esperaba que los Soldados Princelinos no aparecieran, pero si lo hacían, que no fueran muchos. Con Rodric herido las posibilidades de vencer se hacían más remotas. Si hubiese estado en condiciones de luchar, de seguro la victoria sería suya.
—De nuevo esto…— dijo Rodric— ¡las odio! no quiero ver otro dragón en mi vida. Mi ser ahora está llena de ganas de venganza y si vuelve le patearé el cerebro a ese maldito animal. Nunca más me volverá a atacar. Lo juro, de ahora en adelante seré el cazador de dragones y…
—Cállate por favor. Sabes perfectamente que Oriele lo mató. —le dijo Celes.
—No me lo recuerdes.
—Pero es asombroso como te recuperaste. Tan solo ayer estabas inconsciente y con una quemadura en la pierna. No creo que así puedas cazar algún Dragón.
— Pues si que puedo. Edwirdan es sorprendente, su nivel de medicina es mayor que la de un medico licenciado en curación. Gracias a él puedo defenderme mejor que antes.
—No digas eso—Edwirdan pareció avergonzarse—sólo manejo un poco de curaciones.
Ese día las montañas parecían más nubladas que de costumbres y esto les servía para alejar a los soldados de Princelawn. Por suerte la frontera estaba muy cerca del pase de Rotham y no eran tan difíciles llegar a un trote moderado. En seis horas ya debían haber dejado Darekhano atrás.  Tal vez podrían hacerlo.
 Solo les faltaba un poco para llegar cuando se escuchó una terrible voz:
— ¡a donde creen que van!
Los seis viajantes se detuvieron de inmediato y voltearon para ver al ofensor.  vieron a un hombre alto y fornido con una armadura en todo el cuerpo y una espada extremadamente grande acompañados de otros cuatro soldados. Portaban un estandarte con el símbolo «w» de un color negro con el fondo blanco.
— ¿Quién eres tú?—le pregunto Thomas.
— ¿Qué no me conoces? Con razón osas hablarme en ese tono. Soy el General Kel Tauron, representante del reino de Princelawn y de su excelencia el Conde de Asfold aquí en Darekhano. Y no dejaré que logren escapar de la colonia, pues son esclavos. Creo que se los advertí, ¿por que arriesgan así su vida?  ¿Es que desean morir?
—Pensamos que les asustarían las montañas—dijo ingenuamente Rodric.
El general soltó una risotada muy grave y fuerte.
— ¡Ja! ¿A quién le asustarían estos cerritos? No seas gracioso muchacho.
«Que rudos son los caballeros»—pensó Thomas. Entonces debían luchar.  No había vuelta atrás.
—No tienen derecho a retenernos aquí—dijo Edwirdan—mi padre es el mayor Disparador de Anduin, si matan a su hijo habrá una gran guerra, no sean tontos. Déjenme escapar y se libraran de los Disparadores…
—huy que miedo, y yo soy el hijo del rey de Gariela. No bromeen, ustedes deciden: o regresan o mueren. Al parecer está clara la opción que elegirán.
—No me iré sin antes luchar—dijo Thomas bajando del caballo y desenvainando su espada—soy Thomas Tengel, el general del ejército de Thoren y primer guerrero del país. No me asustas Tauron.
—Yo también lucharé—anunció Eriol y le pidió su Espada Negra a Rodric— tu quédate aquí y no luches, aún estas muy herido.
—está bien, pero cuídala…una sola raspadura y eres hombre muerto.
—Eridriel vamos—dijo Oriele—esto será demasiado sencillo.
—mi primera lucha oficial. Será mejor que recuerde cada detalle para contárselo a mi padre —Edwirdan se apresuro a sacar su bastón.
—Son como hormigas tratando de asfixiar a un elefante, se arrepentirán —el Caballero parecía muy seguro de sí mismo.
Entonces comenzó la batalla.
Eriol que no era bueno para luchar, pero si muy inteligente, ideó una rápida estrategia. Se abalanzó sobre un soldado dando una burda estocada que el Caballero esquivó fácilmente y contraatacó asestándole un golpe en el pecho. Eriol se lanzó al suelo haciéndose el muerto y cuando el Soldado le dio la espalda atacó por sorpresa, con una directa blandida que asestó al pecho del caballero. La Espada Negra cortó el metal de la cota de malla como papel y encontró la carne del soldado, provocando una dolorosa muerte.
 Oriele no tuvo problemas en derrotar a otro caballero con unas Estrellas Filosas de Cazadora. También tenía unas cuchillas que al lanzarlas hacían que los Caballeros se cayeran de un solo golpe. En un momento un soldado logró esquivar sus herramientas de Cazadora y se abalanzó sobre ella. Rápidamente Oriele sacó su arco y lanzó una flecha que surco el aire para incrustarse en el pecho del soldado quien cayó al suelo, muerto al instante. La mujer no pareció inmutarse ante la muerte ocurrida en sus manos. Su semblante irradiaba una frialdad increíble para una mujer.
Mientras la batalla continuaba. Eridriel cortó la espada de uno con su hacha y luego lo hirió con un golpe en pleno yelmo. Su hacha era muy pesada, por lo que los movimientos rápidos le eran muy difíciles. Aun así, podía cortar cualquier arma portada por los Caballeros.
Edwirdan impidió que lo atacaran disparando cientos de misiles con su bastón, los cuales salían proyectados derribando a todo lo que se les acercara. Después continúo con una especie de fuego que se clavaba en las armaduras e incineraba el cuerpo de sus ocupantes.
 Thomas luchó contra el general Tauron. En el momento del cruce de espadas, un estruendo enorme se escuchó. A pesar de que Thomas tenía un muy buen manejo de la espada le era muy difícil tener una batalla con el estratega Kel.  El Caballero tenía una fuerza sobrehumana.
Thomas estaba muy asustado pues la fuerza de su oponente era sorprendente. Entonces en un encuentro con sus espadas, el general hizo que perdiese el control del arma y ésta cayese de sus manos. El Princelino aprovechó ese momento para atacar y blandiendo con todas sus fuerzas le hizo una cortadura profunda en el brazo derecho.
El dolor fue muy grande. Era como si subiera por todo el brazo y llegara hasta su cabeza. Parecía que todo estaba perdido, ya nada se podía hacer. Pero Thomas jamás permitía que le ganaran en batalla. Con todas sus fuerzas, las ultimas que le quedaban, tomó su espada y con una velocidad vertiginosa atravesó la pierna de Kel Tauron causando que el general lanzara un aullido y cayendo al suelo no pudiera pararse.
            Thomas no comprendía bien lo que había ocurrido. Era como si por un segundo todo el dolor hubiese desparecido y su brazo con una rapidez sobrehumana hubiese tomado el arma por sí solo y asestó el golpe final.
La batalla había terminado. Edwirdan fue a buscar a Thomas y lo acarreó donde estaban los demás. Curo su brazo, lo vendó y le puso un cabestrillo, y lo sentaron en su caballo.
Entonces decidieron seguir su camino, el general de Princelawn botado en el suelo gritaba maldiciones y amenazas, pero no pudieron matarlo, sus corazones no permitían hacer tal acto, y solo visualizaban su próxima meta: Rhequis.
—Me sentí tan inútil…—dijo Rodric—la próxima vez, herido o no, no dejaré de luchar.
—No somos tan malos después de todo—dijo Eriol—les ganamos a esos soldados por paliza, indiscutiblemente.
—Si —le apoyó Eridriel—. Al parecer somos unos guerreros muy poderosos.
—Ya llegamos —interrumpió súbitamente Oriele—. Podemos dormir aquí. Me parece bien.
El lugar era un frondoso y oscuro bosque que no daba buena espina. Pero no tenían otra opción así que se tendieron allí y descansaron. Las medicinas de Edwirdan hacían efecto y Rodric y Thomas se sentían mucho mejor. Se durmieron rápida y apaciblemente. Así terminaba aquel mal día, pero con una grandiosa victoria en sus manos que sería una buena historia algún día. Thomas aun tenía la idea de escribir sus aventuras.

2 comentarios:

  1. Por fin entiendo! jajaja este capítulo lo entendí más.
    Me encantan las hermanas! siento que son mis dos personalidades jajajaja
    Oriele es ruda, me encanta! a veces me gustaría ser así
    pero Eridriel es tierna y dulce, igual que yo... a veces
    jajaja

    te quiero amigo!

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  2. Jajajajajjaja
    Yo creo que te pareces más a Eridriel ♥
    Te quiero!!!!

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