lunes, 2 de agosto de 2010

Capítulo 9: Secretos


Secretos
E
ldrebeth Athelus supo de inmediato que ya nada se podía hacer cuando los informes llegaron a sus manos. Maldrek’Deaûl estaba de vuelta y su objetivo eran los Endragorn. Princelawn era el ejecutor que se estaba encargando de derrotarlos. Debía actuar, pero no encontraba la forma adecuada de hacerlo.
El tenía otros planes. Mientras su hija Krystalia terminara su entrenamiento tenía tiempo de pensar todas las aristas de esta nueva guerra. Nadie sabía que él era el único con potestad para nombrar a los nuevos Endragorn y pensaba dejar esa información en secreto. No quería a Darkegrim declarando la guerra a Amedrialth. Al menos no aún.
Con todos sus esfuerzos solo había podido localizar a un Endragorn, además de su hija. Estaba seguro de que se trataba del nieto de Seronath. Gracias a La Brújula podía saber su ubicación, así que ayudarlo sería más fácil. No podía permitir que justo ahora que todo su plan iba en marcha, los Endragorn perecieran. Ellos eran el centro de todo. Sin embargo su paradero era desconocido incluso para él.
Debía buscar a los demás. A los cinco restantes y nombrar a dos nuevos. Cuando los nueve estuvieran juntos, el Legado aparecería. Aquella era la única forma de ganar esta guerra. Pero no lo haría aún. Era muy pronto. Los Eryadri no estaban juntos, no representaban amenaza alguna. Y aunque hubieran encontrado la forma de traer a Maldrek’Deaûl de vuelta, aun faltaba uno. Goldum.
Cuando los nueve Endragorn estuvieran reunidos irían a entrenar a Begaref, la tierra de los Sabios, y entonces los Eryadri tendrían motivos para temer.
Una silueta entró en su despacho.
—Padre… ¿me enviaste a llamar?
—Si, Krystalia. Adelante. Tenemos que hablar.
La joven se sentó en el sitial que adornaba su despacho. Parecía cansada y su ropa estaba muy gastada. Su largo cabello rubio lucía despeinado, tomado en un simple moño. Seguramente estaba entrenando.
—Cuéntame —como siempre había un tono de lejanía en su voz. Nunca dejaría de usar la formalidad al hablarle.
— ¿Vienes del entrenamiento?
—Si…—su hija no hablaba mucho de su formación. De hecho no hablaba de casi nada con él. A Eldrebeth le hubiese gustado no tener que ocultarle tantas cosas y poder tener una relación de padre e hija normal. Pero las circunstancias se lo impedían.
—Krystalia, no podemos seguir perdiendo el tiempo aquí. Los Arkadoorm andan sueltos por Gea. Los Eryadri quieren matar a los Endragorn.
— ¿Qué?—la joven se paró de su asiento y puso sus manos sobre su escritorio. Se notaba su enojo en el rostro. — ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Si lo logran…si matan aunque sea a uno…será el fin. Lo sabes. El Legado no llegará si no estamos los nueve. Y nadie en este mundo puede nombrar a nuevos Endragorn…
Él podía. Pero esa verdad no saldría hasta el momento adecuado. Había tanto en juego.
—iré de inmediato a ayudarles. Dime donde están.
—Solo sé que están tras el nieto de Seronath. Aquí tengo todos los datos que mi gente pudo reunir—le tendió la hoja sellada con el águila de La Torre de los Vestigios— Pero no puedes irte sola. Eres la única que conoce su identidad. La única que sabe que es un Endragorn.
—Pero Darkegrim lo sabe. Los Eryadri ya los tienen ubicados. ¿O si no como podrían haberlo encontrado? No existe otra explicación.
Si, Darkegrim lo sabía. Y conseguir esos nombres les estaba costando más de lo normal.
—yo pienso igual. Pero Krystalia, debes ser muy cuidadosa al revelarle su identidad al nieto de Seronath. Debes dejar que primero entren a la batalla o no tendrán motivos para ayudar. Deben sentir con todo su ser que los Eryadri son nuestros enemigos. Lleva la brújula y prepara todo por favor. Confío en ti.
Krystalia no dijo nada pero se dio media vuelta y se marcho. Eldrebeth sabía que ella era la única capaz de despertar La Columna de Viento. Estaba destinada a ser una Guerrera.
Recibiría el legado del Círculo De Fuego.
Cuando Ian de Asfold se enteró de la derrota de Tauron, casi se desmaya. Nunca jamás alguien había sido capaz de vencerlo. Era el guerrero más poderoso de Ellegardia y Raziel le había dado de esas extrañas capsulas que daban capacidades físicas.
No. Era Imposible.
Las cosas cambiarían. Los tontos eran más fuertes de lo que creía. Entonces tenía que emplear el plan B. La gran batalla final tendría lugar en el mismísimo Princelawn. Una tumba elegante y refinada, un lugar indicado para enterrar a los Endragorn. No importaba lo que Raziel dijera, fuese como fuese él los llevaría a su castillo para derrotarlos. Los Espías Merodeadores estarían en todos lados.
Pero había algo más que lo inquietaba en el informe de Tauron. Edwirdan Argoz viajaba con los tontos.
Carecía de total sentido. ¿Qué tenían que ver entre ellos? ¿Cómo se habían conocido? Por un lado era mejor, pues podría tenerlo junto a los tontos, matando a dos pájaros de un solo tiro. Pero también era desconcertante. Edwirdan Argoz no era uno de ellos, a menos que Raziel le hubiese ocultado esa información.
Pronto su plan llegaría a su fin. Cuando se convirtiera en el Gobernador de Ellegardia los Endragorn estarían muertos y Edwirdan Argoz sería su Verdugo. Conocer el secreto del Disparador era una información valiosísima que le serviría para tenerlo bajo su control.
Al final no todo había salido tan mal. Ahora le comunicaría todo a Raziel. Y avisaría a Akwaf. Cuando los Endragorn fuesen liquidados, irían tras Gaeria. Y para eso necesitaba a Edwirdan Argoz. Al parecer, solo él era conocedor del gran secreto del Disparador Anduino.
Cuando su padre se había enterado de que un residente de Thoren era el nieto de Seronath, y por ende un Endragorn, Krystalia se había encargado de buscar ayuda para cumplir la misión de reunir a los nueve. Sin embargo sólo encontró dos mujeres para dicha tarea, aunque entre ellas no se conocían. La primera era una mercenaria Zerhina, a la cual le había dado la tarea de reunir toda la información posible de las noticias más importantes de Ellegardia. Ahora mientras abría el umbral de su hogar, esperaba encontrar buenas nuevas.
— ¿Alasye, estás aquí?
La mujer salió de una habitación, luciendo un vestido gris. Hizo una pequeña reverencia ante Krystalia y la saludó con una sonrisa. Al parecer sí había buenas noticias.
—Dime qué has averiguado.
—Sé exactamente dónde están.
— ¿Quién?
—El Endragorn.
— ¿No está en Thoren?
—Hace semanas que salió de allí. Ahora debe estar en Kouin,
Krystalia sacó la brújula que llevaba en su bolsillo. Efectivamente apuntaba hacia el este. Había sido un acierto ir en primer lugar a la casa de Alasye.
—Mañana mismo partiría en su búsqueda —continuó la joven— estaba esperando esta reunión para comunicarte esta noticia.
— ¿cómo supiste su ubicación?
—También tengo mi brújula —Alasye sacó un medallón rojo el cual emitía una luz intermitente, señalando hacia el este —es capaz de encontrar Vholdar. Él viaja con el libro de Saken Dreggett.
— ¿qué significa eso?
—Que viaja hacia Gaeria.
Krystalia pudo oír el estrepitoso latir de su corazón. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar las consecuencias de aquel viaje. ¿En qué pensaba su padre al no querer involucrarse en esta guerra? Pronto todo estaría perdido.
—Hay que impedirlo ahora mismo. Debemos detenerlo.
—Lo sé, mañana iré a buscarlo. Es paradójico, debemos protegerlo de Darkegrim y los Eryadri, pero él va hacia su propia muerte en Gaeria.
—Llévalo hacia Sentress. Es la única forma de convencerlo
— ¿Le mostrará el mural?
Krystalia sólo asintió. Aun su cuerpo no reaccionaba bien.
— ¿Te das cuenta de que él es sólo el primero? —le preguntó Alasye —aún faltan cinco.
—No te preocupes. Una vez que nos reunamos con él, tengo un plan para encontrar a los otros.

1 comentario:

  1. :O
    ESTOY PLOP, NO ENTIENDO NADA!
    seguiré leyendo a ver si entiendo... jejeje

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