domingo, 11 de julio de 2010

Capítulo 6: El Extraño


El Extraño

L
os seis llegaron al Poblado de Nuu cerca de la ciudad de Pharken, una de las más grande de Darekhano. El Diario de Saken Dreggett estaba siendo muy útil a la hora de ubicarse en lugares que nunca habían visitado.
Thomas estaba muy preocupado después de ver la gravedad de la herida de Rodric. La quemadura se estaba tornando de un tono violeta y la piel se veía muy arrugada. No quería pensar en cómo quedaría esa cicatriz.
            Rodric aun no cobraba la conciencia, lo que parecía significar que había recibido algún tipo de golpe en la cabeza producto de la caída que el fuego del dragón le había causado. Mientras antes llegaran con un medico sería mejor.
            Nuu era prácticamente una aldea. Muchas granjas y algunas casas dispersas eran lo único que conformaba aquel poblado. Thomas pudo ver algunas personas al final del largo sendero que se adentraba en aquel sector de Darekhano. Esperaba que aquella gente les pudiera ayudar con algún médico.
             Al llegar a lo que parecía la plaza del pueblo trataron desesperadamente de preguntar por alguien que pudiera curar a Rodric, recorrieron todas las casas tratando de encontrar un médico o un entendido en medicina.
Pero extrañamente cada vez que trataban de acercarse a alguien, éste salía arrancando aterrorizado como si ellos fueran a hacerles daño. En algunas ocasiones daban gritos de horror y un su rostro había un miedo digno de ejércitos de Darkegrim. Algunas personas le rogaban que los dejaran en paz y otras le prometían dinero y bienes si no les hacían daño.
Thomas no entendía qué sucedía. Jamás habían visto a aquellas personas. Su aspecto no era el de unos sicarios ni bandidos y bajo ningún motivo su actitud podría causar aquel malentendido.
¿Pero entonces que ocurría en aquel lugar?
— ¿Qué les sucede a estas personas?—preguntó Eriol, gritando—están todos locos ¿Tenemos algo que dé miedo? ¡Pues no soy tan feo, como ustedes!
—Sé más prudente, Eriol —le sugirió Thomas— recuerda que necesitamos ayuda.
—Sí…es que estoy desesperado. Rodric no puede seguir sin atención.
—No entiendo nada ¿Qué puede pasar?—preguntó Eridriel—al parecer las cosas no andan bien en este país. Y lamentablemente no tenemos la información suficiente como para comprender el problema.
—Que gente tan estúpida—opinó Oriele—no tienen porque armar este escándalo.
Siguieron avanzando pero siempre ocurría lo mismo. Las personas parecían huir de ellos de una manera que les pareció demasiado extraña. Algunas gritaban piedad y otras sollozaban de manera escandalosa en medio de la calle.
—Debemos encontrar a alguien a la brevedad—dijo Thomas—no podemos perder más tiempo. Rodric no puede seguir así, es una grave quemadura y puede infectarse, ¿Qué acaso nadie es solidario en este pueblo?
— ¡Por favor!—grito Celes— ¿no hay algún médico en este poblado? Necesitamos a uno urgente.
En ese instante alguien se paró en frente de ellos. Estaba vestido con una capucha azul, chaqueta y pantalones grises con un cinturón grande que llevaba muchos frascos o artefactos. En su mano tenía un bastón con una esfera en la punta superior de un color rojo intenso y sujetado por cuatro líneas.
— ¿están buscando un medico? —preguntó el extraño.
—Sí —le respondió Thomas— ¿Tú eres uno?
—No, pero sé ocupar la medicina. Tal vez pueda ayudarles…
— ¿Podrías curar a nuestro amigo?—le dijo Eridriel—Tiene una quemadura de dragón, está grave y necesita una curación urgente…por favor.
—Acompáñenme.
Todos le siguieron mientras él los guiaba a un bosque no muy lejano. Thomas se preguntaba si debían confiar en él o no. Era un completo desconocido y no podía arriesgarse en algo así. Darekhano era un lugar ignorado para ellos, al igual que el resto del mundo. No sabían qué peligros podía haber en esas zonas.
Aun así no tenían más opción. Rodric dependía totalmente de eso. No iba a permitir que su mejor amigo muriese.
 En unos instantes llegaron a una cabaña ubicada en medio del bosque. Parecía muy precaria, aunque de un tamaño considerable.
—Déjenlo aquí y vayan a buscar una planta que se llama Akas, se parece mucho a una hoja de palmera—les indicó el hombre—pero crece en el suelo. Es muy importante que sea verde y no roja pues la roja no nos sirve. Con eso puedo crear una compresa y disminuir el daño de la quemadura.
Eriol bajó del caballo cuidadosamente a Rodric. Celes lo ayudó a llevarlo dentro de la cabaña. Ahora debían buscar la preciada hoja de Akas.
Se tardaron mucho en encontrar una entre el espacioso bosque, pero al fin Thomas vio algo parecido a lo que el desconocido les había pedido.
—La encontré, supongo que es esta—mostró una gran planta roja con muchas hojas—es lo más parecido a una hoja de palmera…eso creo.
—Sí, es esa—aseguro Oriele. —en Alcarf hay por montones, no pensé que sería tan difícil encontrar una.
—Esa no es—dijo Eriol—recuerden que el hombre dijo que la roja no servía…debe ser verde.
Eridriel llegó corriendo a su lado eufórica. En su mano tenía un manojo lleno de la apreciada y urgente hoja de Akas verde.
—En el otro lado del bosque está lleno—comentó cuando recupero el aliento.
Entonces regresaron a la casa en el bosque. Allí estaba Rodric acostado y con un paño mojado en su pierna, estaba despierto y parecía aliviado del dolor.
— ¿Rodric, Cómo estás?—preguntó Celes.
—Mejor, este hombre me ha curado muy bien.
Su voz se oía cansada. Así mismo su aspecto, si bien había mejorado, aun parecía muy agotado.
— ¿Me trajeron una Akas?—preguntó el extraño.
—Sí, es ésta—le entregó Eridriel.
Mientras el hombre preparaba una medicina Eriol le contó a Rodric como habían derrotado al dragón, Rodric estaba muy sorprendido cuando supo que fue Oriele la que aniquiló a tal bestia.
—Pensé que iban a ser una carga—dijo Rodric—discúlpenme…me equivoqué en juzgarlas…
Oriele no pareció inmutarse. Pero Eridriel sonrió y se acercó aún más a Rodric.
—lo importante es que vencimos al dragón—dijo la joven.
Entonces el hombre le untó la medicina en la pierna quemada, Rodric sintió un alivio enorme y se durmió nuevamente.
— ¿Qué están haciendo en este país?—preguntó el hombre—supongo que no son de aquí pues no llevan la indumentaria de Darekhano, al parecer vienen de lejos.
—Vamos a Anduin—dijo dudoso Thomas—el país de los Disparadores y Alquimistas.
El hombre levantó la cabeza y pareció algo sorprendido por la respuesta.
—Yo vengo de Allí. Oh, es cierto, no me he presentado. Me llamo Edwirdan Argoz, soy un Disparador de Anduin— por primera vez se sacó la capucha y mostró su rostro completo. Era muy joven de no más de veinte años. Tenía el cabello de un peculiar color rojizo y un rostro pintado por algunas pecas en las mejillas—es un gusto conocer a personas que sean nobles como ustedes. Me he dado cuenta cómo cuidan de su amigo.
Un Disparador de Anduin. Thomas jamás pensó que viviría para ver alguno. Era otro sueño cumplido, conocer a los más sabios y poderosos guerreros de Ellegardia era un honor. Al parecer era una buena persona. Eso aliviaba mucho a Thomas. No tenían de que preocuparse.
—Muchas gracias por curar a Rodric. Estábamos desesperados. Yo soy Thomas Tengel, Ellas son Oriele y Eridriel Wian, él es Eriol Remerth, el herido es Rodric Sarbrigd y ella es Celes Amoutt, venimos de Thoren y ellas de Alcarf. Muy lejos.
— ¿vienen de más allá de las montañas Fantasmas? ¿Y por donde pasaron? —Les preguntó sorprendido—no creo que por sus senderos altos, pues no estarían aquí, es muy peligroso, ¿por allí lo hicieron?
—No, claro que no. Hay un sendero muy escondido entre medio que conecta Darekhano con Deiru, allí fue donde nos atacó el dragón y le pasó eso a Rodric. Pero es más seguro que cualquier otro pase
—ya veo…son muy valientes. Supongo que están en un viaje muy importante a Darekhano.
Debían ser cuidadosos no revelar mucho. Corrían el riesgo de ser asaltados para obtener el Diario. Aunque el joven se veía amigable, no debían precipitarse. Durante todas las conversaciones nocturnas, habían dejado claro que nunca dirían su real motivo para viajar a Anduin. Bajo ninguna circunstancia podían perder su única esperanza de llegar a Gaeria. Muchas personas podrían matar para obtener una reliquia como aquel libro.
—Sí—respondió Thomas—es muy importante ¿Y tú a que viniste a este país?
—Yo vine acá a investigar medicina y Artes para convertirme en un Disparador Mayor De La Orden Del Lucero. Pero desgraciadamente no fue como yo quise y ahora no se qué hacer.
— ¿Qué sucedió?—le pregunto Eridriel.
—Se ve que no saben lo aquí sucede. Pero les contaré: En Princelawn, la tierra de Caballeros, asumió el poder el gran Conde Ian de Asfold, un malévolo que sólo piensa en conquistar las cuatro tierras grandes y ser el General Supremo para luego conquistar Amedrialth. Por lo menos eso es lo que dicen. Entonces envió a su ejército a tomar cuanto país se le cruzara por delante y saquearan todo.  Los reinos de noreste aún no caen bajo su control, pero los pacíficos reinos del oeste han sido los primeros en sucumbir. Primero Kouin, luego Dabel, Rhequis y finalmente Darekhano el país más grande del sector. Se tomaron el castillo y apresaron al Rey. Ahora nadie puede salir de aquí pues se debe topar con los guardias en la frontera de Rhequis.
— ¿y hace cuánto sucedió esto?
—tres semanas atrás. Justo cuando llegue aquí.
— ¿Entonces estamos atrapados? —Preguntó Eriol— ¿no hay salida a Anduin?
—lamentablemente no.  No hay forma de escapar, pues aunque me enfrente a ellos, en número, son más. Mis disparos no lograrían vencerlos a todos de una vez.
—No —dijo Thomas— no pasamos las Montañas Fantasmas y sobrevivimos de un dragón para nada. Pásame el libro, sé que hay algo que hacer para salir de aquí.
— ¿Qué libro es ese?—pregunte Edwirdan
—uno que tiene mapas de todos los reinos de la tierra. Si vemos bien una salida, podremos encontrar una forma de huir, déjame ver…ustedes sigan hablando, no se preocupen.
— ¿Por qué la gente nos tiene miedo?—pregunto Eridriel— ¿tiene alguna relación con esto?
—Cuando ustedes llegaron la gente huía el ver sus espadas y arcos. Pensaron que eran del ejército de Princelawn. No deberían ser tan llamativos al llevar así sus armas. No todos son guerreros en esta parte del mundo...
— ¡Aquí está la solución!—dijo de pronto Thomas—si vamos bordeando las Montañas Fantasmas podremos salir, no creo que hayan soldados allí pues todos le temen. Por derredor a ellas solo hay páramos y páramos. Edwirdan, supongo que querrás venir con nosotros y escapar de este país.
—no creo que quieran escapar. Es muy peligroso…ya les dije que…
—nada me lo impedirá—le aseguró Thomas.
El joven parecía muy pensativo. Tal vez había algo más que le impedía salir y que no les había querido decir. Otra razón más importante. Si era un Disparador, tendría la capacidad de vencer a los soldados. Thomas había escuchado historias sorprendentes de esos guerreros. Sus ojos evitaron el contacto directo, seguramente Edwirdan escondía algo.
—Está bien. Iré con ustedes —dijo Edwirdan—eso es preferible a quedarme aquí cruzado de brazos. Pero ¿qué haremos en Rhequis?, también está en manos de los Caballeros y solo saldríamos de un peligro para entrar en otro.
—eeemmm…—Thomas estudio los mapas. Si fuera posible bordear Princelawn y los reinos que estaban bajo su poder, quizás pudieran llegar hasta Anduin. —Ya sé, haremos el siguiente recorrido: Rhequis y Kouin alrededor de las montañas para poder despistar a los Princelinos; luego Nemek, Fanalis, Sentres y finalmente Anduin.
—Es un camino largo—dijo Oriele—no esperemos que sea fácil salir de las garras de Princelawn. Nos demoraremos el doble que por el camino convencional.
—Sí pero si queremos llegar a Gaeria debemos cruzarlo—dijo Thomas—mañana temprano continuamos nuestro camino a Gaeria.
Entonces se dio cuenta de su error.
— ¿Quieren llegar a Gaeria?—pregunto exaltado Edwirdan. Se había puesto de pie y los miraba extrañado—Eso no existe.
Ya los había ayudado mucho y tenían el deber de decirle todo. Era obvio que Edwirdan no era una mala persona y podría guardar el secreto. Thomas se tomó un tiempo para explicarle lo del libro, quién era Dreggett, y lo importante que era para ellos cumplir ese sueño. Edwirdan se quedó mudo de la sorpresa por mucho tiempo, ensimismado, pensando si era cierto todo lo que ellos decían. Pues era increíble pensar que una leyenda se hacía realidad de la noche a la mañana, pero finalmente dijo:
—ahora tiene sentido.
— ¿A qué te refieres?
—Los rumores dicen que Princelawn está reuniendo un ejército especial para conquistar Gaeria. Por supuesto todos pensaban que era una tontería, pero con lo que me cuentan, entiendo que es verdad. Los Caballeros quieren llegar a la Encrucijada de la Luz.
—esto es grave, debemos advertirles. Hay que llegar cuanto antes.
            — ¿los puedo acompañar?

La pregunta tomó a Thomas de sorpresa. Jamás pensó que el joven quisiera acompañarlos. Pero era un Disparador. Cuando tuvieran que enfrentarse al Océano lleno de monstruos marinos, sería una ayuda valiosa. Aunque no era esa la razón por la cual pensaba aceptar su petición, si no porque el muchacho era una buena persona y probablemente podrían hacerse muy amigos. Eso era más valioso que su poder. Quizás ocultaba algo, pero estaba en su derecho. Él mismo ocultaba muchas cosas, especialmente lo referente a los sueños.
—Por supuesto—dijo Thomas—mientras más seamos es mejor. Pero te advierto que el camino es largo y las probabilidades de salir de aquí son bajas.
—No Importa. Jamás pensé que aquel lugar existía. Si estudio esa tierra y a los Elents obtendré el titulo con mayor facilidad. Ahora estoy más motivado a salir de aquí. ¡Qué emoción, conoceré Gaeria! ¡qué suerte tuve al conocerlos!
Realmente Edwirdan parecía feliz.
—Entonces mañana saldremos bordeando las Montañas Fantasmas para que no nos encuentren—dijo Thomas—ahora debemos descansar ¿podemos dormir aquí, Edwirdan?
—Claro que si, Thomas. Lamento no tener camas pero hay unas colchas que les servirán para dormir, esta cabaña era solo arrendada por mi estadía en Darekhano.
—no hay problemas. Después de dormir en las Montañas Fantasmas cualquier otro lugar es bueno—dijo Celes—no podemos darnos el lujo de pedir más. Gracias por prestarle tu cama a Rodric, Edwirdan. Eres muy generoso.
—es lo menos que puedo hacer por un herido.
Esa noche fue serena, nunca habían dormido tan tranquilos y apacibles toda la noche. Thomas se tardó en dormir. Pensaba en que tendría que luchar y si era necesario matar. El no era partidario de esto, aunque fuera el comandante del ejército. Pero ahora era distinto, los guerreros de Princelawn estaban abusando del poder y esto le enfurecía.
Entonces recordó a la mujer con la que soñaba. Desde que partió de viaje que no volvía a soñar con ella, de seguro que se debía a que estaba en el camino correcto. Muy pronto la conocería en persona. Ella le inspiraba una seguridad y admiración increíble, de algún modo la sabia que ella también sentía un gran aprecio por él.
Le había costado aceptar que si no hubiera sido ella quien lo incitó a la aventura no hubiera aceptado, de tan solo pensar en viajar para conocerla le daba una felicidad grata.
Pero no era un sentimiento de amor, si no de admiración. Thomas quería conocer a un ser tan sabio y maravilloso. Un premio de luz lo esperaba.
Así se lanzo al un sueño profundo.
Asfold se levantó de su trono real. Era hora de actuar.
Los tontos habían llegado a Darekhano y Raziel le había dado órdenes precisas de enviar a sus mejores caballeros y matarlos de inmediato.
Ian no lo entendía. Si aun no sabían la verdad por qué tenían que enviar a los mejores guerreros. Con un simple merodeador habría sido suficiente. Pero qué más daba. El Sabio mandaba. Si su promesa de convertirlo en el Gobernador de Ellegardia era cierta, cumpliría todas las órdenes que Raziel le diera.
Además Kel Tauron estaba presto para exterminar a todos los que quisieran salir de Darekhano. Su mejor guerrero cumpliría el trabajo que se les encomendaba.
Se dirigió hacia su cofre personal y tomo su espada. El Ogro Oscuro que llevaba adentro del alfanje dio un resplandor por la hoja de la espada. Asfold quiso tener a algún tonto allí para matarlo. Sentir la satisfacción de ser el más poderoso del reino, de ser quien tenía el poder y de saber que nadie sería capaz de oponerse lo gratificaba en demasía.
— ¡soldado!
Un caballero novato entro en su aposento. Ian se aguantoótodas las ganas de matarlo. El era inocente.
—dile a Tauron que está todo listo. Debe partir de inmediato. Puede tomar a su mejor escuadrón.
—como mande señor.
—una cosa más. Dile a Akwaf que lo necesito de inmediato.
—entendido.
Ian esperó por mucho tiempo. La paciencia no era una de sus cualidades. Al fin entró el Disparador. El conde le sonrió e invito a sentar.
—Me llamabas, Asfold.
Akwaf siempre parecía pensar en algo. Como si cada palabra y cada gesto que él hiciera mereciera un análisis exhaustivo por parte del Disparador. Si no fuera un súbdito tan poderoso, Ian no lo toleraría entre sus esbirros.
—Sí, mi estimado Akwaf. Hay algo que necesito encomendarte.
—lo que digas…
— ¿conoces a Edwirdan Argoz?
—No… ¿Argoz?—El Disparador pareció reflexionar y recordar algo.
—sí. Edwirdan Argoz.
—la familia Argoz es muy importante en Anduin. Conozco a Willierd Argoz.
—es el padre de Edwirdan.
—ahh. Entonces es el niño prodigio. Una maravilla.
—era cierto lo de los rumores. Escúchame Akwaf: lo quiero en mis filas.
—seria un excelente apoyo. ¿Pero cómo lo convencerá?
—eso es tu trabajo.
— ¿y cómo lo voy a hacer? No tengo idea de donde se encuentra…
—para convencerlo de unirse a nuestro imperio, primero debes destruirlo.
— ¿quieres que me enfrente a él?
—así es…es necesario que te entrenes en este tiempo que queda. Con una ayuda extra programaremos una batalla entre ustedes y no puedes perder. Ese niño tiene algo que necesito. Tu misión ahora es hacerte mucho más poderoso.
—no creo que sea tan fuerte.
—es mucho más de lo que te imaginas. Pero eso no te incumbe, solo prepárate para la batalla más grande en la que hayas participado. Por ahora te queda tiempo, aun tengo que localizar su paradero. No estoy seguro de donde se encuentre…
—bien, Asfold. No te defraudaré.
—eso espero…ahora retírate.
—sí.
Cuando Asfold quedó solo no pudo contener las carcajadas. Le hacía tanta gracia ser parte de esta guerra. Nadie entendía nada y las mentiras flotaban en el aire. Raziel le recompensaría dándole a toda Ellegardia. Y lo único que tenía que hacer era derrotar a seis tontos.
Era demasiado fácil.
Y eso mismo lo inquietaba.
 


2 comentarios:

  1. ayyyy siempre quedo mal con los finales!!
    no entiendo nada!!! por qué ese es tan malo???
    no me gusta!
    jajaja

    igual quedé metida :P

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  2. Jajajaajaj Gracias Naty por leer, aunque no entiendas nada xD
    Este conde es malo porque sí no más, después te darás cuenta de que sólo está siendo utilizado por el malo malísimo jajajajaja
    Voy a intentar que el próximo final sea un poco más suavecito, creo que ya es demasiado abuso del cliffhanger.
    Un abrazote, te quiero mucho!!

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